martes, 28 de febrero de 2012

UNA VOZ QUE NO SE EXTINGUE

Apenas ingresamos a la sala del Teatro del Abasto encontramos un espacio árido y una mujer cubierta con harapos, postrada en un montículo. La imagen es de fuerte impacto, y nos recordará un poco a la Winnie que imaginó Samuel Beckett para su Happy days. Pero cuando comienza la obra hay dos aspectos clave que nos distancian de la poética de aquella. En primera instancia, el fuerte –y por momentos distanciante- regionalismo puesto la voz de esta mujer, Lina, quien además de contar su historia “dialoga” con Shila y Noelia, su perra y su gallina, respectivamente. Pero lo que más aleja a la propuesta que escribieron Analía Sánchez (también actriz) y Ezequiel Matzkin (además, director) de ese clásico beckettiano es la apreciación del relato en su aspecto comunicativo. Tu ausencia animal es, en definitiva, una apasionante y singular narración que, a la vez, se desdobla en testimonio de un amor frustrado y una sutil metáfora sobre el patrimonio expropiado.
Lina nos llega a través de Sánchez, una actriz de cautivante sentido expresivo que ya nos había sorprendido hace algunos años atrás en Un amor de Chajarí, de Alfredo Ramos. De verborragia magnética, esta mujer nos introduce a un mundo en el que gravitan los recuerdos del pasado como martirio y a la vez como consuelo.  Y es así porque el hombre que amó se fue y nunca más regresó, dejando al recuerdo como única postal feliz, aunque deforme. Un arqueólogo yanqui que pagó con maltrato su devoción, y que aun así se convirtió en su ferviente deseo amoroso.
En medio de un ambiente desolador transcurre el relato de Lina. Detrás de ella, sobre una serie de telas, se proyectan diversos ambientes. Esta diversidad instaura en el escenario una reminiscencia de tipo expresionista, como si lo que vemos detrás se tratara de la proyección de los sentimientos del personaje. En un sentido más social, lo que nos cuenta se relaciona alegóricamente con la violencia de género y la apropiación ilegal de nuestros vienes arqueológicos. Pero, por fortuna, la obra nunca cede ante lo obvio y, mucho menos, ante el didactismo. Tu ausencia animal atrapa por la composición de esta mujer literalmente en medio de la nada. En ese sentido, es elogioso que Matzkin imprima un sesgo minimalista a la obra, permitiendo que Sánchez despliegue todo su histrionismo en escena. Su formidable composición oscila entre la ternura y la comicidad, la melancolía y el profundo desamparo.
Sólo dos elecciones resienten un poco el resultado final. En primer lugar, es poco convincente ver el rostro de la actriz depurado de todo maquillaje. Se nota la solidez artística puesta en el vestuario y en la escenografía, que enfatizan lo corroído y degradado del espacio. Es disonante no encontrar una correspondencia estética en el rostro de Lina. En ese mismo sentido, mucho más drástica resulta la elección de las imágenes proyectadas: cuasi enciclopédicas, fáciles de encontrar en un buscador. En un espectáculo que apela a lo artesanal, y que además lo hace para pronunciar una cualidad localista, es una pena que esas imágenes carezcan de estos valores. Pese a estas dos objeciones, Tu ausencia animal, en lo que va del año, es una de las propuestas más interesantes del circuito off. Una posibilidad para descubrir a un joven director y a una de las mejores actrices de su generación.
 Ezequiel Obregón

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