miércoles, 29 de febrero de 2012

“El humor es una elección de vida para transitar la existencia”

Por Charly Zárate

Ezequiel Matzkin parece haber encontrado la fórmula adecuada para poder combinar vocación social y talento artístico, ya que se encuentra alternando su profesión de sociólogo con su rol de dramaturgo y director teatral. Tras un largo transitar por intensas experiencias acaba de estrenar "Tu ausencia animal", quizás la más espesa hasta el momento.
Allí pone en escena la historia de Lina, una mujer de campo traspasada por la soledad, el desamor, el maltrato y la humillación pero rescatando el humor como sostén cotidiano de su áspera realidad.
Se trata de un unipersonal interpretado por Analía Sánchez, una actriz con soltura escénica y de gran magnetismo, de esas que no quedes perderte ni un pestañeo porque todo lo que mueve de su cuerpo lo convierte en arte. Ambos comparten la dramaturgia de esta obra que estan presentando en el Teatro Del abasto.

CZ: ¿Por dónde arrancó tu formación artística?
EM: Empecé a estudiar puesta en escena en la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático) pero la intensa carga horaria me obligó luego a elegir y opté por un trabajo que me había surgido en esa época que no tenía nada que ver con teatro. Terminé la carrera de sociología y retomé mi veta artística buscando formarme con referentes que me interesaban. Lo primero que hice fue un curso de verano en el Celcit con Carlos Ianni, me pareció interesante porque estaba basado en el método de las acciones físicas pero sentí que solo era una pequeña parte de lo que podía investigar del teatro y me inquietaban otras líneas. Así que complete mi formación en dramaturgia con Luis Cano, Javier Daulte, Lautaro Vilo y Mauricio Kartun; y puesta en escena con Rubén Szuchmacher, Graciela Schuster y José María Muscari, de quien también fui su asistente.
CZ: ¿Cuándo te distes cuenta que querias ser director?
EM: Fue tras asistir a una función de una obra de Rubén Szuchmacher llamada “Cuando Nora dejó a su marido”, una propuesta fabulosa y muy desestructurante. Luego me anoté en un seminario con él, pero debo admitir que la experiencia pedagógica no fue tan enriquecedora como lo fue la pieza que oficio como disparador de mi efervescencia teatral.
CZ: Fuiste asistente de dirección de Mayra Bonard y de José María Muscarí, ¿qué valor le das a ese rol?
EM: Es rara la experiencia del rol del asistente, queriendo ser director y en algunos casos hasta actor. Creo que lo supe aprovechar y cada momento me fogueo y entreno. Pero siento que en muchos casos uno cede parte de su creatividad y eso queda desdibujado protagónicamente. En el caso de “Cariño”, si bien Mayra Bonard es la directora, y me permitió incursionar en un lenguaje desconocido para mí que es el de la danza, yo la siento muy mía a la obra.
CZ: Con “Urdinarrain” tuviste tu primer acercamiento a la dramaturgia, ¿de qué se trataba esa obra?
EM: Si bien la obra fue escrita y dirigida por Hernán Morán, he participado como colaborador en la dramaturgia de esta preciosa historia que cuenta el transitar de cinco hermanas que estan cerrando una casa familiar tras un duelo. Aquí subyace la tragedia pero siempre con mucha alegría y cierto costado de celebración.
CZ: Allí vislumbramos algo de “Tu ausencia animal”…
EM: Si, quizás pueda sonar snob pero para mí el teatro tiene que ser una celebración. Creo que hay algo del teatro que tiene que estar iluminando alguna parte de algo.
CZ: ¿Qué cosas te motivaban desde lo teatral mientras transitabas tu formación?
EM: Una vez una compañera mía del curso de Mauricio Kartun me dijo “vos escribís siempre sobre lo mismo”. En cierto momento me cayó muy mal, pero luego que lo internalicé me tranquilicé. Porque lo que me motiva es siempre lo mio y tiene que ver con grandes temas de los cuales no me quiero deshacer, como lo inhóspito de la vida, ya que desde cualquier lado que se analicé la vida es inhóspita, por inabarcable o tenebrosa a veces, aunque siempre logro rescatar la belleza.
  "Empezar abrir al público esta obra esun proceso doloroso y hermoso a la vez"

CZ: Coqueteas más con el existencialismo…
EM: Mi vida es un constante coqueteo con el existencialismo. Creo que me costaría mucho hacer un drama netamente dramático, nunca pienso en términos de drama absoluto.
CZ: ¿Necesitas del humor para contrarrestarlo?
EM: Absolutamente. Y eso me pasa en mi realidad cotidiana. Yo trabajo en un instituto de menores que están privados de la libertad y como sociólogo debo diseñar estrategias de egresos para esos chicos. Intento buscar el mejor egreso posible para cada problemática. Hablo a diario con ellos y le pongo mucho humor a esos encuentros, es un código que nos emparenta y vincula. El humor también es una elección de vida para recorrer el camino de la existencia y se trasforma en un recurso artístico indispensable.
CZ: ¿Cómo se conocieron con Analía Sanchez?
EM: Fue en el teatro, yo estaba estudiando con Kartun y nos recomendaron ir a ver “Un amor de Chajarí”, donde trabajaba Analía. Me pareció de una belleza increíble la obra y también me emocionó su interpretación y despliegue escénico. Luego me conecté con el director Alfredo Ramos y empezamos a trabajar los tres en el proceso de una obra que finalmente no se concretó, pero con Analía quedamos muy amigos y con ganas de hacer algo juntos.
CZ: ¿Qué destacarías de ella artísticamente?
EM: Analía se merece que la conozcan, es una actriz sumamente profesional y para cualquier director es un placer trabajar con ella porque toma riesgos y no le importa pasar por lugares que la incomoden. En “Tu ausencia animal” hace un trabajo muy complejo y exigido desde lo corporal e interpretando múltiples voces. En algún punto puede tener una familiaridad con “Un amor en Chajarí”, ya que tiene visos monstruosos de aquel personaje y hay algo por allí que ella buce muy bien. Si bien es muy cómica y tiene un costado desopilante, a veces tiene que acotarlo, pero también tiene una gran intensidad dramática.
CZ: ¿Cómo sintetizarías la trama de “Tu ausencia animal”?
EM: Se trata de la historia de Lina, una mujer que esta en el medio de un campo seco teniendo una acción que parece inconsistente, como es agarrar huesos y apilarlos. Una mujer que habla con los animales que la rodean y que son su familia. Y es una mujer que nos habla de un amor que un día desapareció por los aires, que ella no entiende qué paso y por no comprenderlo, no puede duelar a ese amor. Cuando esto nos pasa, el dolor no puede terminar de cicatrizar. La obra habla en tono de comedia ( con la alegría de alguien que todavía no quiere saber qué le pasa) del maltrato y del amor no correspondido. En pocas palabras, “Tu ausencia animal” quiere contarnos acerca de la parte de los duelos de la vida que nunca se terminan de duelar.
CZ: Si bien se trata de un unipersonal, el personaje esta acompañado por dos entrañables animales imaginarios. ¿Cómo se decidió este recurso?
EM: Para Analía fue un gran desafío el hecho de que la obra sea un unipersonal, ella me decía “jamás interactúe con mi misma en un espacio”, entonces propuso a “la Noelia (una gallina)” y “la Shila (una perra)” para estar acompañada no solamente Lina, su personaje, sino también ella misma.
CZ: ¿El hábitat donde encontramos a esta mujer fue pensado como un no lugar o te documentaste para contextualizarla en un espacio real?
EM: Cruzamos diferentes materiales de investigación que nos ayudaron a nutrir la experiencia dramatúrgica. Pero desde el comienzo pensamos en el campo argentino y su inmensidad, para ello leímos “El ingles de los güesos”, la novela de Benito Lynch. También vimos un documental realizado por la National Geographic sobre los llamados Niños de Llullaillaco, tres cuerpos conservados por el frío en un santuario de altura ubicado en la cima de ese volcán, en la provincia de Salta. Eran niños que bajaban desde Perú hasta el norte de Argentina y eran enterrados vivos, ofrendados a los dioses. Se trata de las momias más antiguas halladas en el mundo. Esas imágenes nos ayudaron a pensar el personaje de Lina, con esa colocación del cuerpo como encorvada, puesta al sol disecándose y de aspecto animalesco.
   Analía Sánchez se pone en la piel de Lina, hurgando entre huesos y tierra agrietados

CZ: Y trasladaste esa disecación a la puesta en escena…
EM: Si, esta todo seco, su ropa, sus manos, su pelo son duros. Esta atravesada por huesos absolutamente fósiles y resquebrajados. Todo acompaña a construir a una mujer que esta igual que las piedras que las circundan.
CZ: Si bien la dramaturgia fue elaborada entre ambos, imagino que alguno habrá puesto la primera idea, ¿no?
EM: Es verdad. Empezamos a probar ciertas cosas que no funcionaban hasta que a mí un día se me apareció una imagen. La situación exacta era la de una mujer en un campo de tierra infinito, con un suelo todo agrietado y que metía las manos entre esas grietas para sacar huesos.
CZ: ¿Lo soñaste?
EM: Fue muy extraño, porque la imagen me apareció como despertándome de un sueño. Una mujer sola metiendo las manos en grietas de tierra disecada por el sol. Se lo comenté a Analía y empezamos a trabajar para darle fuerza a esa idea y pensar en qué podía hacer una mujer sola en un desierto. Este trabajo de investigación duró casi un año.
CZ: Y ahora llegó el momento de compartirlo con el público…
EM: Fue un trabajo muy cerrado, profundo y meditado el que transitamos. Empezar abrirlo también fue doloroso y hermoso a la vez. Disfruto muchísimo la etapa de investigación, como un alquimista o un científico. Analía dice que “el teatro se completa cuando la gente ve lo que haces”, y eso lo entiendo y comparto, pero sufro cierta exposición. Lo que me mantiene efervescente es el momento previo.
CZ: ¿Qué es el teatro?
EM: El teatro puede ser como un globo aerostático, con su belleza, sus colores y su armonía, que se eleva por sobre eso. La muerte, la miseria, los dolores de existencia siempre van a estar. Que el teatro se eleve sobre eso no quiere decir que no lo observe, que no lo circule o que no lo intervenga. Por eso tomo esta imagen del globo para explicar el teatro como algo que se eleva, que te puede llevar por lugares misteriosos. Para mi esa aventura es el teatro.
Ante una inmensa llanura casi desértica. En campos agrietados y vacíos, Lina acuclillada de sol a sol frente su destino. Busca entre la tierra, muestras para su Shou. Lo busca a él. Que un día desapareció por los aires.Como todo lo que desaparece súbitamente, se duela detenidamente.
Una mujer que prosigue su rutina intacta, aguardando su regreso. En compañía de La Shila y La Noelia.Ella vive, su presencia.
Tu Ausencia Animal narra un día más en la vida de Lina. Pero el día más de una ausencia no resuelta, nunca entonces, es solo un día más.

Unipersonal con
Analía Sánchez
Ganadora del Premio Estímulo María Guerrero 2006 por su actuación en “Un amor de Chajarí”, por la que también fue nominada a los premios ACE y Teatro del Mundo

Autoría: Analía Sánchez, Ezequiel Matzkin
Fotografía: Marcelo Solís, Diego Santos
Prensa: Duche & Zárate
Diseño Gráfico: Mariana Scialino, Diego Barzabal
Diseño Sonoro: Nadia Szachniuk, Martín Longoni
Vestuario: Daniela Martín, Paola Scardamaglia
Escenografía: Daniela Martín, Laura Echegoyen
Asistencia General: Pablo D'Elía

Dirección
Ezequiel Matzkin

Funciones: Viernes a las 21 horas
Localidades: $ 40.-
Teatro Del Abasto – Humahuaca 3549 / 4865-0014

martes, 28 de febrero de 2012

UNA VOZ QUE NO SE EXTINGUE

Apenas ingresamos a la sala del Teatro del Abasto encontramos un espacio árido y una mujer cubierta con harapos, postrada en un montículo. La imagen es de fuerte impacto, y nos recordará un poco a la Winnie que imaginó Samuel Beckett para su Happy days. Pero cuando comienza la obra hay dos aspectos clave que nos distancian de la poética de aquella. En primera instancia, el fuerte –y por momentos distanciante- regionalismo puesto la voz de esta mujer, Lina, quien además de contar su historia “dialoga” con Shila y Noelia, su perra y su gallina, respectivamente. Pero lo que más aleja a la propuesta que escribieron Analía Sánchez (también actriz) y Ezequiel Matzkin (además, director) de ese clásico beckettiano es la apreciación del relato en su aspecto comunicativo. Tu ausencia animal es, en definitiva, una apasionante y singular narración que, a la vez, se desdobla en testimonio de un amor frustrado y una sutil metáfora sobre el patrimonio expropiado.
Lina nos llega a través de Sánchez, una actriz de cautivante sentido expresivo que ya nos había sorprendido hace algunos años atrás en Un amor de Chajarí, de Alfredo Ramos. De verborragia magnética, esta mujer nos introduce a un mundo en el que gravitan los recuerdos del pasado como martirio y a la vez como consuelo.  Y es así porque el hombre que amó se fue y nunca más regresó, dejando al recuerdo como única postal feliz, aunque deforme. Un arqueólogo yanqui que pagó con maltrato su devoción, y que aun así se convirtió en su ferviente deseo amoroso.
En medio de un ambiente desolador transcurre el relato de Lina. Detrás de ella, sobre una serie de telas, se proyectan diversos ambientes. Esta diversidad instaura en el escenario una reminiscencia de tipo expresionista, como si lo que vemos detrás se tratara de la proyección de los sentimientos del personaje. En un sentido más social, lo que nos cuenta se relaciona alegóricamente con la violencia de género y la apropiación ilegal de nuestros vienes arqueológicos. Pero, por fortuna, la obra nunca cede ante lo obvio y, mucho menos, ante el didactismo. Tu ausencia animal atrapa por la composición de esta mujer literalmente en medio de la nada. En ese sentido, es elogioso que Matzkin imprima un sesgo minimalista a la obra, permitiendo que Sánchez despliegue todo su histrionismo en escena. Su formidable composición oscila entre la ternura y la comicidad, la melancolía y el profundo desamparo.
Sólo dos elecciones resienten un poco el resultado final. En primer lugar, es poco convincente ver el rostro de la actriz depurado de todo maquillaje. Se nota la solidez artística puesta en el vestuario y en la escenografía, que enfatizan lo corroído y degradado del espacio. Es disonante no encontrar una correspondencia estética en el rostro de Lina. En ese mismo sentido, mucho más drástica resulta la elección de las imágenes proyectadas: cuasi enciclopédicas, fáciles de encontrar en un buscador. En un espectáculo que apela a lo artesanal, y que además lo hace para pronunciar una cualidad localista, es una pena que esas imágenes carezcan de estos valores. Pese a estas dos objeciones, Tu ausencia animal, en lo que va del año, es una de las propuestas más interesantes del circuito off. Una posibilidad para descubrir a un joven director y a una de las mejores actrices de su generación.
 Ezequiel Obregón

lunes, 27 de febrero de 2012

De mundos privados y amores salvajes

El monólogo escrito junto al director Ezequiel Matzkin pone el foco en la vida de una mujer de campo que espera el regreso de un hombre. La obra habla de amor y soledad, pero también de saqueos económicos y culturales.
 
Por Cecilia Hopkins
Formada con Alejandro Zingman y Ricardo Bartis, Analía Sánchez debutó como actriz en 2001, en el montaje que el primero realizó de su propia obra, La virgen del lavadero. Cuatro años después, el personaje que le tocó interpretar en la recordada Un amor de Chajarí, de Alfredo Ramos (Ethel, la tullida musulmana), la consolidó en lo actoral. Recientemente, Sánchez estrenó Tu ausencia animal, monólogo escrito junto a su director, Ezequiel Matzkin. La obra puede verse los viernes a las 21, en el Teatro del Abasto (Humahuaca 3549), con escenografía de Daniela Martin y Laura Echegoyen, y fotografías proyectadas sobre telas, obra de Marcelo Solís y Diego Santos.
A pesar de haber egresado de la carrera de puesta en escena de la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático), Sánchez tiene la certeza de que no va a dirigir nunca: “Sufro mucho al hacerlo y no tengo el don de tomar lo que me da un actor”, se lamenta en una entrevista con Página/12. Y asegura: “Lo que yo quiero es actuar”. Según cuenta, todo lo que ella dice no saber como directora sí pudo hacerlo Matzkin durante los ensayos de Tu ausencia animal: una vez que acordaron cuestiones básicas referidas a “un mundo particular, que tiene una lógica propia”, Sánchez se puso a improvisar y él, a escribir. En otra instancia, juntos fueron dándoles forma a los textos hasta concluir la dramaturgia, a partir de la cual el director asentó su trabajo.
Tu ausencia animal cuenta un día en la vida de Lina, mujer de campo que espera el regreso de su hombre en compañía de una perra y una gallina –la Shila y la Noelia–, presencias ausentes que le dan a la historia un costado humorístico. Lina está enamorada de Joe, un gringo que está de paso por el lugar, recolectando piezas óseas de interés arqueológico para venderlas en su país. Si bien esta historia de amor es salvaje, más por lo que se calla que por lo que se dice, la obra evoca la novela de Benito Lynch, El inglés de los güesos, de 1922. Pero hay otros puntos de partida para la creación de este mundo privado, que además del amor y la soledad habla del saqueo.
Tiempo atrás, Sánchez vio un documental realizado por la National Geographic sobre los llamados Niños de Llullaillaco, tres cuerpos conservados por el frío en un santuario de altura ubicado en la cima de ese volcán, en la provincia de Salta. Los niños llegaron allí para inmolarse, a modo de ofrenda ritual. “Fue raro lo que me pasó –cuenta la actriz–, porque por un lado estaba agradecida por haber visto el documental y, por otro, me enojó pensar que esa expedición científica significaba también una profanación de tumbas.” Su profesor de Antropología Teatral, Ricardo Santillán Güemes, le aportó datos menos conocidos. Según asegura el especialista, los científicos iban a llevarse los cuerpos a su país con el consentimiento del entonces gobernador Romero, cosa que finalmente no sucedió porque se pensó que sería más redituable exhibirlos en la provincia, motivo por el cual se fundó el actual MAM, Museo de Arqueología de Alta Montaña.
–¿En qué consiste crear mundos con lógica propia?
–Lina es un personaje raro: no es urbano, ni habla con el estilo coloquial de ahora. Tampoco es india o criolla. Con Bartis aprendí a no ir hacia ningún prototipo, para evitar la imitación.
–¿Qué tomó de la novela de Lynch?
–Quedaron varias cosas. Especialmente la relación unilateral que se da entre los dos personajes. Balbina se enoja con el inglés por motivos que él desconoce, y acá sucede lo mismo. También quedó el personaje del pretendiente (Santos Telmo, en la novela), tercero en discordia que nosotros transformamos en el personaje de Ayala. También quedó el personaje de Sacanana, la curandera que intenta hacer algo por Balbina porque está enferma de amor.
–En la obra se alude a formas de vaciamiento cultural...
–Al decir que Tu ausencia animal habla del saqueo, implica lo que yo llamaría saqueos a “gran escala”, es decir de la colonización que aprovechó la condición de “inferioridad” de los aborígenes para llevarse ilegalmente desde oro y plata hasta seres humanos.
–¿No habla también de otros saqueos?
–No lo hace en forma literal, pero se puede entender que habla de la explotación de recursos naturales por parte de capitales internacionales, de la compra de inmensas extensiones de tierra por parte de potentados extranjeros, de los bosques talados para plantar soja para exportación. Pero también podríamos hablar de los “pequeños saqueos” y de los “autosaqueos”.
–¿A qué se refiere?
–A las modificaciones en la conducta cotidiana, a la pérdida de lo tradicional. Por ejemplo, ahora las galletitas son cookies. Veo con qué naturalidad avasallante cadenas de comida rápida y cafeterías se instalan en nuestras costumbres sin haber de por medio una mínima legislación que obligue a estas multinacionales a incluir en sus menús una bebida o plato típicamente local. Es fundamental conocer nuestras tradiciones y costumbres para luego respetarlas, quererlas, recuperarlas y protegerlas. Esta cadena tiene un único hilo conductor: la educación.
–¿A qué llama “autosaqueos”?
–La Argentina es sinónimo de buena carne, pero disfrutar ahora de un rico asado es para pocos. La mejor carne se exporta, las mejores frutas y verduras, lo mismo. Científicos argentinos reciben interesantes propuestas laborales del exterior y ni qué hablar de los deportistas. Por otro lado, la apropiación de bebés también es un ejemplo de autosaqueo.

viernes, 17 de febrero de 2012

Crítica de LA NACIÓN

Sentada sobre un montículo de tierra, Lina confiesa sus desventuras. Su vestuario se integra de tal manera a la tierra que parece una voz ancestral que la Pachamama expulsa para que dé testimonio de su desesperanza. Una india que mezcla el español con el quechua y, de a ratos, su lenguaje se mimetiza con alguna mala pronunciación inglesa.
Lina tiene un mundo pequeño. Un hábitat natural, pobre, desprotegido, y la compañía de una perra y una gallina . Las trata como a hijas desobedientes que necesita imperiosamente para completar algún cuadro familiar que la contenga.
Durante un tiempo fue compañera de un investigador extranjero, de esos que han llegado a estas tierras a robar los huesos de sus ancestros, para catalogarlos y seguramente exponerlos como trofeos de caza en algún museo del exterior. Pero ha desaparecido y la mujer parece no tener consuelo, aunque él haya violado parte de su tradición. En verdad, su amor por ese hombre ha sido mucho y, aunque lo disfrace repitiendo anécdotas que promueven una sonrisa, esa ausencia la ha marcado con fuerza.
Sigue esperándolo, revuelve la tierra para ver si encuentra su cuerpo y guarda una caja que ha pertenecido al inmigrante, con tanto respeto que ni siquiera se anima a abrirla. Entender su muerte le provoca fastidio y aceptarla sería el fin de su existencia.
Analía Sánchez construye minuciosamente a esa criatura que por momentos posee una vitalidad muy significativa y, por otros, parece una sombra espectral que revive parte de una historia personal -y mucho de una historia latinoamericana- signada por la convivencia nefasta entre hombres y mujeres pertenecientes a pueblos originarios con conquistadores apropiadores de sus culturas. Sánchez confía mucho en ese cuadro de naturaleza casi muerta con el que convive y sabe extraer de él los elementos necesarios para hacer que su narración resulte provocadora, tierna y hasta delirante.
Guiada por una dirección sumamente ajustada de Ezequiel Matzkin, que no descuida nunca el ritmo de un relato íntimo y que llega a la platea con suma fluidez y con potentes imágenes, ese mundo se completa con una inquietante escenografía y un simbólico vestuario.
Por  Carlos Pacheco  | LA NACION

martes, 14 de febrero de 2012

Crítica Puesta en Escena

Analía Sánchez y Ezequiel Matzkin se juegan con un unipersonal lleno de perversiones que hacen a una reflexión precisa y sustanciosa de la historia.
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"Las penas y las vaquitas,
Se van por la misma senda,
Las penas son de nosotros,
Las vaquitas son ajenas"

Atahualpa Yupanki

En un ranchito desolado donde intuimos que el sol raja la tierra y agrieta soledades, Lina comanda su pequeña tropa junto a Shila y Noelia, perra y gallina que serán compañía inmejorable de sus travesías.
Que bien se las puede imaginar haciendo sus tareas, compartiendo avistajes de estrellas y aunando fuerzas contra el miedo a la tormenta.
Una mujer ensimismada en la soledad de las piedras recupera en voz alta aventuras de sus días junto a La Shaila y la Noelia que intervienen en el silencio del día con hocicadas y diabluras.
Las palabras de Lina en boca de Analía Sánchez son puertas que conducen a otro espacio-tiempo, donde es posible ver en detalle todo lo que ese sol inunda, los recuerdos, las grietas y el olor posible de aquella ranchada.
Lo que comienza con un relato ancestral se va volviendo poco a poco a extrañar y el espectador comienza a develar el trasfondo de las travesías gauchas de esta mujer solitaria.
El hostigamiento cruel que esconde esa soledad infinita, el extranjero gringo que la explota y somete a trabajar la tierra deshojando horas bajo sol.
El texto es impecable y su tratamiento que desanda lo siniestro permite sorprenderse y tener en vilo al espectador que en el silencio de la sala se muestra atento y acompañando cada momento del relato.
El juego perverso del conquistador, del que llega para quedarse sin permiso.
La sabiduría mítica saqueada por la viveza de un extraño que vende espejitos de colores.
Todo se trastoca, el amor confundió lo poco que había y ahora  esta mujer  devastada aguarda sin refugio que aquella bestia regrese.
Analía Sánchez tiene la agudeza de una actriz vibrante y actual. Conduce la escena sin pedir permiso, convirtiéndose en una actuación memorable.
Tu ausencia animal es no saber que hacer con tanta libertad, es la compañía brutal y arrasante que ha dejado la marca cruel en la piel, que no deja sombra posible.
El clamor de la tierra que augura por un tiempo mejor, la voz de los oprimidos en la confusión de revelarse en voz baja.
 por Julia Laurent

lunes, 13 de febrero de 2012

Crítica por Daniel Gaguine

La palabra “animal”, según el diccionario, habla tanto de “un ser vivo dotado de capacidad de movimiento y sensibilidad” asi como de “la parte irracional de la persona”. Y allí está ella, de nombre Lina, que está sentada y sola. Justo en una parte medio de un desierto que incluiría esos dos campos etimológicos. Espera pero ¿qué espera? En medio de la aridez de una extensidad seca y árida, donde el sol golpea con sus rayos, Lina se para digna frente a su destino. Solo cuenta con la compañía de la Shila y la Noelia, quienes serán sus interlocutores en medio de su desvarío confesional. Lina relata los pormenores de una vida, que puede ser la de cualquiera de nosotros pero con la particularidad de ser personal y con el tinte trágico/poético que le imprime el protagonista de la misma. Allí, Analía Sánchez le pone todo el cuerpo y alma mientras espera a que él vuelva, después de una desaparición repentina. Su rutina sigue intacta, con la esperanza del que espera y el dolor de la ausencia arrancada sin aviso previo. Impertérrita por fuera, pero con algunas grietas en su armadura que deja ver, Sánchez creó una Lina querible y salvaje en pociones similares con las que pasa, en un instante, con naturalidad y versatilidad, de la risa franca a esa melancólica tristeza, que es la que peor golpea.
La escenografía, junto con la iluminación logra crear ese ambiente inhóspito en el que Lina se convierte en ama y señora, sin un rey a su lado que la ayude a mantener el orden del lugar. El texto cuenta con momentos de intensidad dramática en los que la presencia de Analía Sánchez logra plasmar en su justa medida, con una notable actuación.
“Tu ausencia animal” indaga desde una cruel soledad, los distintos vericuetos del alma humana ante la falta y sus formas de seguir adelante.

sábado, 11 de febrero de 2012

Crítica por Meche Martinez

La recreación escenográfica de una llanura, sumada al avanzado recurso de multimedia para recrear espacios, ambientan esta historia llamada “Tu ausencia animal” que protagoniza Analía Sánchez, virtuosa y deslumbrante, quien sostiene en 50 minutos, no solo un monólogo ejemplar, sino un cuento visual hablado excepcionalmente. Lina frente a un destino incierto, atrapada en una inmensa nada casi abismal, en campos enormes y desérticos, enganchada en la inocencia del que tiene poco y todo es valioso para su vida… La sencillez y la simpleza potencia un estado, que muestra a personajes rondando en la ausencia, y esa ausencia es muy presente, dibujándose figuras claramente identificables gracias a una actuación sublime. Un texto brillante (Sánchez –Ezequiel Matzkin) , pleno de guiños y poesía, “todo lo que desaparece súbitamente, se duela detenidamente”. Abrazada a la cotidianidad y sin quejarse porque es su mundo, se revuelca en una historia sórdida y extraña, pero claramente absorbida por aquello que quiere suceda dentro de su simpleza y sus rarezas, las típicas rarezas de un lugar que no se sabe qué es, pero es su lugar y en él convive perfecto. Para ella es un día más, pero en el espectador que se sienta a ver algo bien diferente, no solo lo disfruta sino que luego, queda pensando en el mundo de Lina y en su propio mundo. ¡Para ver! 
(Meche Martínez) 



domingo, 5 de febrero de 2012

Critica

TU AUSENCIA ANIMAL
por JORGE PAOLANTONIO
                 
       Analía Sanchez-Ezequiel Matzkin han pergeñado un texto que podría transcurrir en la barda pampeana o sobre los jasis belenistos. El lugar y su aridez son solo referentes. La anécdota -cuya entidad se descuelga de predadores arqueológicos y otras gringadas- sirve para iluminar la añoranza y la resistencia de una lugareña flanqueada por soledades inhóspitas, sed, hambre, perra y gallina. Ella lucha y comparte su nada con “la Shila” y “la Noelia” que invariablemente ponen color a ciertos grises argumentales. Hay toques de humor directo pero también una sutil manera de revertir la animalidad. Una especie de dominó jugado con piezas multiformes.   
          La acción está siempre en el peso de lo deslizado. Desde el esqueleto de un mastodonte fósil hasta el hallazgo de un inesperado filón a explotar, todo cabe en la codicia del invasor. No hay ampulosidad. Más bien una sabia administración del discurso. El monólogo se interna por vericuetos donde los latinazgos hacen un delicioso puré con neologismos, vocablos, tonada y modismos litoraleños y la riqueza de una psicología de sobremesa. El “paniatá” [panic attack] rivaliza en gracia con los consejos de Curanana, manosanta local.  
        Entre una multiplicidad de resonancias, es la violencia de género la que surge con fuerza entre los pliegues del manto que intenta fosilizar a esta anti-heroína. Al animal ausente le corresponde otro animal que implícitamente está bordado con una rústica ternura. Brilla en su desdicha. Y opone una miedosa resistencia a los molinos de viento: helicópteros que traen y llevan avaricia y felicidad declamada. Hay risas, sonrisas y muecas. Hay alegato. Hay sustento teatral. Hay una labor actoral que sobresale: se llama Analía Sánchez. 
 

jueves, 2 de febrero de 2012

Crítica de Verónica Escalante

Quisiera vivir el tiempo de tu ausencia como animal salvaje que se arrastra sin sombra, compañero inseparable de una tierra ardiente.”

Tu ausencia animal es la historia de una espera inútil que, sin embargo, es ejercida con ahínco, minuciosidad y disciplina. Lina encarna la peor de las esperas que es la espera de lo imposible: el regreso de Shou, a quien creen muerto aunque ella lo niegue.

“Sólo muere lo que olvidas” parece decirnos esta salvaje mujer que, durante aproximadamente cuarenta minutos que son su presente y realidad cotidiana, intenta mantener vivo el recuerdo del hombre que amó de modo inexplicable (¿cuándo nos cabe explicar el amor?).

Lina me agrada por terca, por brutal e irracional. Cualquier ser humano podría tildarla de enferma, de loca porque persistir en un deseo vedado que la condena y la aísla. Cualquiera seguiría su vida, se haría el tonto aunque un amor le cale hondo hasta los huesos. Pero ella se afirma en un sentimiento imperecedero, a pesar del maltrato y la violencia ejercida, y allí, pienso, es donde radica su esencia animal. Sólo la Shila y la Noelia (perra y gallina que no aparecen en escena pero persisten en la interpelación constante de la protagonista) pueden, entonces, acompañarla en este estar y permanecer en la espera del ausente. Con ellas comparte los celos, también irracionales, la bronca y la simpleza.

Simpleza que notamos también en el lenguaje del texto que encierra, no obstante, una enorme belleza poética y una complejidad temática subyacente que puede disparar diversas lecturas: más allá del amor animal, aparecen de soslayo temas como la violencia de género, la expropiación de cierto patrimonio cultural, la desaparición, la impunidad y seguramente tantos otros que ustedes podrán registrar.
Tu ausencia animal nos gustó mucho porque ese bello texto es llevado a escena por la excelente actuación de Analía Sánchez. Ponerle el cuerpo a un unipersonal es siempre una tarea difícil y ella consigue salir airosa y cautivar la atención del público durante toda la función; su manejo del vaivén entre la tensión dramática y los momentos de relajación, marcados por la risa, resulta sorprendente tanto como su potente presencia en escena.

Tu ausencia animal es un imperdible de la escena porteña alternativa actual porque es una realización de calidad que demuestra que muchas veces la inteligencia y la sensibilidad artística valen más que grandes sumas de dinero.
Para Leedor.com