lunes, 13 de febrero de 2012

Crítica por Daniel Gaguine

La palabra “animal”, según el diccionario, habla tanto de “un ser vivo dotado de capacidad de movimiento y sensibilidad” asi como de “la parte irracional de la persona”. Y allí está ella, de nombre Lina, que está sentada y sola. Justo en una parte medio de un desierto que incluiría esos dos campos etimológicos. Espera pero ¿qué espera? En medio de la aridez de una extensidad seca y árida, donde el sol golpea con sus rayos, Lina se para digna frente a su destino. Solo cuenta con la compañía de la Shila y la Noelia, quienes serán sus interlocutores en medio de su desvarío confesional. Lina relata los pormenores de una vida, que puede ser la de cualquiera de nosotros pero con la particularidad de ser personal y con el tinte trágico/poético que le imprime el protagonista de la misma. Allí, Analía Sánchez le pone todo el cuerpo y alma mientras espera a que él vuelva, después de una desaparición repentina. Su rutina sigue intacta, con la esperanza del que espera y el dolor de la ausencia arrancada sin aviso previo. Impertérrita por fuera, pero con algunas grietas en su armadura que deja ver, Sánchez creó una Lina querible y salvaje en pociones similares con las que pasa, en un instante, con naturalidad y versatilidad, de la risa franca a esa melancólica tristeza, que es la que peor golpea.
La escenografía, junto con la iluminación logra crear ese ambiente inhóspito en el que Lina se convierte en ama y señora, sin un rey a su lado que la ayude a mantener el orden del lugar. El texto cuenta con momentos de intensidad dramática en los que la presencia de Analía Sánchez logra plasmar en su justa medida, con una notable actuación.
“Tu ausencia animal” indaga desde una cruel soledad, los distintos vericuetos del alma humana ante la falta y sus formas de seguir adelante.

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